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Impétigo

El impétigo es una infección de la piel altamente contagiosa que afecta principalmente a los niños. Se caracteriza por la formación de ampollas y costras que pueden resultar en molestias y complicaciones si no se tratan adecuadamente. En este artículo, exploraremos en detalle el impétigo, desde sus conceptos básicos hasta su diagnóstico, tratamiento y prevención, con el objetivo de proporcionar una visión integral de esta enfermedad.

Impétigo

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Concepto:

El impétigo es una infección bacteriana superficial de la piel que afecta principalmente la epidermis y la capa superior de la dermis. Es causado principalmente por las bacterias Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes, aunque también pueden estar involucradas otras bacterias. El impétigo se caracteriza por la formación de vesículas, ampollas y costras en la piel, especialmente alrededor de la boca y la nariz.

Síntomas:

Los síntomas del impétigo incluyen la aparición de pequeñas ampollas que se rompen y se convierten en costras melicéricas (de color miel) o amarillentas. Estas lesiones pueden ser dolorosas o pruriginosas, y a menudo se acompañan de enrojecimiento e inflamación en la zona afectada. Además, es común que se presenten ganglios linfáticos inflamados en casos más severos.

Causas:

El impétigo generalmente se propaga por contacto directo con la piel infectada de una persona o mediante el contacto con objetos contaminados, como toallas o ropa. Las bacterias ingresan al cuerpo a través de cortes, raspaduras o picaduras de insectos, y encuentran un ambiente propicio para multiplicarse en la piel dañada o debilitada. Los lugares con condiciones higiénicas deficientes o hacinamiento son factores de riesgo para el desarrollo de esta infección.

Tipos:

Existen dos tipos principales de impétigo: el impétigo no ampollar y el impétigo ampollar. El impétigo no ampollar, también conocido como impétigo costroso, es el más común y se caracteriza por la formación de costras melicéricas. Por otro lado, el impétigo ampollar se caracteriza por la aparición de ampollas claras y llenas de líquido, que eventualmente se rompen y forman costras.

Diagnóstico:

El diagnóstico de impétigo se realiza principalmente mediante la observación clínica de las lesiones características de la enfermedad. En algunos casos, puede ser necesario realizar un cultivo de muestras de la piel afectada para identificar el tipo específico de bacteria responsable de la infección. Además, es importante descartar otras condiciones de la piel que puedan presentar síntomas similares.

Tratamiento:

El tratamiento del impétigo generalmente involucra la aplicación tópica de antibióticos, como la mupirocina o la retapamulina, en las áreas afectadas de la piel. En casos más extensos o recurrentes, puede ser necesaria la administración de antibióticos orales. Además, es fundamental mantener una buena higiene personal, lavando las áreas afectadas con agua y jabón suave, y evitando rascarse o tocar las lesiones para prevenir la propagación de la infección.

Prevención:

La prevención del impétigo se basa en mantener una buena higiene personal, lavando regularmente las manos y manteniendo limpias las áreas de la piel propensas a lesiones. Es importante evitar el contacto cercano con personas infectadas y no compartir objetos personales, como toallas o ropa. También se recomienda mantener las heridas cubiertas con apósitos estériles hasta que se curen por completo.

Factores de riesgo:

Algunos factores de riesgo para el desarrollo de impétigo incluyen la edad, siendo más común en niños de 2 a 5 años, la exposición a condiciones de hacinamiento, la participación en actividades deportivas de contacto y tener la piel dañada por cortes, raspaduras o picaduras de insectos.

Complicaciones:

Si no se trata adecuadamente, el impétigo puede llevar a complicaciones más graves, como celulitis, infecciones de los ganglios linfáticos, abscesos cutáneos y enfermedad renal postestreptocócica. Estas complicaciones son más comunes en casos de impétigo causados por la bacteria Streptococcus pyogenes.

Pronóstico:

En general, el impétigo tiene un buen pronóstico con un tratamiento adecuado. La mayoría de los casos se resuelven sin complicaciones significativas en un plazo de 1 a 3 semanas. Sin embargo, es importante seguir las indicaciones médicas y completar el curso de antibióticos prescrito para prevenir recaídas y complicaciones.

 

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